Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн
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Tiempo de trabajo, paro y subempleo
El primer problema de esta definición se refiere al tiempo de trabajo semanal requerido para clasificar a una persona como ocupada. En la EPA hasta 1987 se distinguía entre ocupados en sentido estricto y marginales (aquellos que sólo trabajaban hasta un tercio de la jornada normal). Desde entonces, con motivo de la entrada en la UE y la pretensión de EUROSTAT de ir homogeneizando las estadísticas nacionales, la distinción desaparece y se aplica el criterio mínimo de una hora, que es muy poco restrictivo. Este criterio fue adoptado por la OIT cuando la situación normal en los países industrializados era el empleo estable a tiempo completo y la preocupación principal era medir el paro en tanto que situación extrema de falta absoluta de trabajo. Dadas las transformaciones que ha conocido el mercado de trabajo durante las últimas décadas, entendemos que dicho criterio debe ser revisado. Por otra parte, implícitamente se consideraba que la familia típica estaba constituida por individuos que desempeñaban roles sociales perfectamente definidos: preactivos (jóvenes estudiantes y sólo estudiantes), postactivos (jubilados y sólo jubilados), amas de casa (inactivas dedicadas a sus labores y sólo a sus labores) y cabezas de familia activos de los que dependían económicamente todos los demás (hombres adultos ocupados a tiempo completo o intentando serlo). Este tipo de familia, que se ha dado en llamar fordista, nunca estuvo tan extendido como en algún momento se ha creído [Carnoy, 2001], pero en todo caso entra en crisis cuando a mediados de los años setenta llega a su fin la época del pleno empleo, la educación postobligatoria y aun superior queda al alcance de las clases populares (con lo que la entrada en el mercado de trabajo se atrasa y complejiza), las mujeres adultas pretenden acceder al trabajo remunerado [Young, 2002] y los hombres maduros son expulsados del empleo mucho antes de la edad de jubilación. Con la eclosión del paro masivo, los perfiles de aquellos roles se difuminan y comienzan a florecer figuras híbridas, al tiempo que se desarrolla una franja intermedia entre quienes están ocupados a tiempo completo y quienes están absolutamente en paro: los subempleados –con sus dificultades de medición y sus correspondientes implicaciones en la estimación del desempleo [Bell y Blanchflower, 2013]–, que desde principios del siglo en curso comienzan a ser contemplados en las encuestas.