Читать книгу La amistad argumentada. Teoría y práctica aristotélica онлайн

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Parte de la grandeza del filósofo griego reside en su actitud universalista de cara a la verdad, siempre abierta a la investigación renovada y al sano replanteamiento como era su costumbre; actitud no exclusiva pero sí propia de Aristóteles, de la cual también hemos aprendido tras el paso de las generaciones. Y pese a los renacimientos de Aristóteles dados en otras épocas, y pese a sus detractores, creo que estamos en deuda todavía. Por ello, podríamos decir en coro: “Que resuene de nuevo la polifonía del carácter griego […] aquello que estamos obligados a amar y a venerar para siempre y lo que jamás nos será robado mediante otro tipo de conocimiento” (Nietzsche, 2003, p. 30).

La actualidad de Aristóteles está más que probada por muchos expertos tanto helenistas como de otros campos. Un clásico parece tener siempre posibilidades de embates futuros con los nuevos pensadores, y han mostrado en todo momento ser altamente sugerentes y útiles para la resolución de problemáticas futuras, debido a la perspectiva que se toma cuando son consultados. Pero esto sólo es posible a través de sus epígonos que le dan vida. De la pertinencia de la antigüedad en general para el replanteamiento de cuestiones que hoy nos aquejan por su urgencia, ha sido un recurso filosófico fecundo en toda la historia, y yo me sumo a ello en esta manera de filosofar. Pero hablar de esto no es posible si primero no se profundiza a fondo en el conocimiento de tales autores que llamamos “clásicos”, valorando sus aportes a la luz de sus carencias, y ver en qué y a título de qué están vigentes.

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