Читать книгу Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición онлайн

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Los lectores demandaban más información que doctrina política, la militancia mediática daba paso a una relación más desapasionada con la nueva prensa diaria y lo que había sido en los últimos años de la dictadura un signo público de distinción, llevar bajo el brazo la revista Triunfo, ahora lo era llevar consigo el diario El País. Jóvenes profesionales de clases medias urbanas se incorporaban en masa a la democracia desde una nueva condición que no era ya la de ser de izquierdas, sino algo tan vago y difuso como ser «progresista». Y fue con ese sentimiento con el que conectó el diario El País desde que salió a la calle en mayo de 1976 como «un periódico sin pasado, que no tiene que arrepentirse de nada, porque de nada se siente responsable» (Seoane y Sueiro, 2004: 17).

Las viejas lealtades culturales y militancias políticas empezaban a sufrir una profunda crisis y la deserción de lectores en las emblemáticas revistas del antifranquismo corría en paralelo con el descenso de la cifra de afiliación a las formaciones políticas situadas a la izquierda del PSOE, particularmente del PCE (Treglia, 2011: 37). El marxismo, que había dado sentido durante décadas a la resistencia antifranquista, dejaba de resultar funcional en medio de un contexto de repliegue comunista en la Europa occidental y de desmovilización de las clases urbanas más politizadas durante la dictadura y que ahora optaban por alternativas más pragmáticas (Mayayo, 2018). La apertura del proceso de negociación salarial de los Pactos de la Moncloa en el otoño de 1977 acabaría por determinar la fractura política entre los que decidieron mantenerse firmes en sus posiciones ideológicas de izquierda marxista y los que viraron hacia posiciones más posibilistas. La redacción de Triunfo acabó convirtiéndose en un microcosmos donde la fractura entre los periodistas se hizo evidente.

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