Читать книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias онлайн

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La generación del 56 inició una nueva cultura política que tenía dos características.6 La primera eran las «inquietudes» de los jóvenes estudiantes, pronto rebeldía o protesta contra la universidad existente.7 Rebelarse era una forma de ganar el futuro. Estas actitudes fueron creciendo a lo largo de la década de los cincuenta y con ellas se encontró Ernest Lluch cuando llegó a la facultad de Económicas. El segundo aspecto es el respeto, la tolerancia, la idea de dialogar, negociar, hablar. Lluch, como muchos jóvenes de su generación, apostaba por el diálogo, el acuerdo, el razonamiento, la ecuanimidad, el gradualismo… Se oponía al dogmatismo y a las actitudes excluyentes. Cultivaba la convivencia civil y el diálogo desde que era estudiante. Lluch y muchos de sus compañeros y compañeras aprendieron de este modo un talante, una manera de obrar, una forma de hacer política (una cultura política dicho de otro modo) que ha sido muy importante para la política española de la Transición. El compromiso de esta generación –también de otras anteriores y posteriores– con la reconstrucción de la democracia es uno de sus principales haberes. Ernest Lluch pertenece, en resumen, a una generación en la que se produjo una mudanza en la cultura política que pugna, a la vez, contra el mundo cerrado de la dictadura y reclama el reconocimiento del pluralismo, el debate y el diálogo entre diversas posiciones, lo que fue importante para entender lo que sucedió en los años de la Transición.

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