Читать книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias онлайн

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En marzo de 1922, tras convalidar sus títulos en España, obtuvo la cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de la que no tardó en ser elegido secretario. Ese mismo año colaboró en el Libro en honor de D. S. Ramón y Cajal y fue uno de los firmantes de la convocatoria de la cena en homenaje a Valle-Inclán que organizó la revista España. También le encontraremos entre los muchos que fueron a la Estación de Atocha de Madrid a la despedida de Miguel de Unamuno, camino de su exilio en Fuerteventura en 1924.5 Las ciencias y las letras se confunden en su biblioteca porque se fueron confundiendo en su vida desde fechas muy tempranas. Junto a obras de Albert Einstein –la tercera edición ampliada de Über die spezielle und die allgemeine Relativitätstheorie (Braunschweig, 1918)–, de Max Planck o de su amigo y compañero de la Residencia de Estudiantes Blas Cabrera, primer divulgador de la relatividad eisensteniana, encontramos libros de Juan Ramón Jiménez, Marinetti, Julio Camba –Alemania (1916), publicado el año de la llegada de Negrín a Madrid–, Valentín Andrés Álvarez, Rufino Blanco-Fombona o Tomas Meabe. Las dedicatorias de muchos de ellos orientan sobre su cercanía a los ambientes literarios y artísticos. Teresa de la Cruz, pseudónimo de Teresa Wilms, le dedicó sus Cuentos para hombres que todavía son niños (Buenos Aires, 1919). «Muy afectuosamente al compañero de viaje. Thérèse de la † Julio 1919», escribió la bella y turbadora poeta chilena. También dedicados, en 1924, entraban en su biblioteca Crítica al margen (Primera Serie), de Juan de la Encina (Ricardo Gutiérrez Abascal), otro de sus amigos de tertulia, y el primer libro de Pedro Salinas, Presagios, con un cordial autógrafo: «A Juan Negrín, diminuto en nombre, positivo en ciencia, aumentativo en bondad corpórea, su doliente amigo Pedro Salinas. 29 de junio de 1924». Por entonces su nombre aparecía entre los de José Moreno Villa y Edgar Neville en la relación de suscriptores –suerte de breve compendio de la Edad de Plata– de la «plaquette» en homenaje al poeta ultraista José de Ciria y Escalante, fallecido ese año.6 A Moreno Villa lo trató en el Laboratorio de la Residencia –ocasión de una tertulia «después de las comidas a tomar café» a la que el pintor y escritor acudía a menudo. Allí fue donde Moreno Villa se interesó por el color de los reactivos y en 1931 comenzó a dibujar sobre los papeles ahumados –los llamados grafumos– que se utilizaban para los registros.7

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