Читать книгу Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias онлайн
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Esa primera biblioteca aunque sedentaria y madrileña debió estar repartida por diferentes lugares de la ciudad como su domicilio en la calle Serrano (número 85), el laboratorio particular –también en Serrano (número 73) y, más tarde, en la calle Ferraz–, el Laboratorio de la Residencia, la Facultad de Medicina o en la Casa de las Flores, el edificio de Secundino Zuazo, donde vivía Feli López, que debió ser para Negrín una frecuentada segunda residencia. Los libros, revistas y separatas que habían estado en la Residencia pasarían a la nueva Facultad de Medicina entre noviembre de 1934 y febrero de 1935. En la Biblioteca de la Facultad puede consultarse la obra del fisiólogo y pionero de la fotografía Jules-Étienne Marey, Physiologie du mouvement. Le vol des oiseaux (París 1890), un ejemplar con autógrafo de Juan Negrín. Otro de sus libros olvidados.
ENTRE MADRID, NÁQUERA Y BARCELONA (1936-1939)
Transcribo una carta recibida en Cultura Popular –escribió Arturo Serrano Plaja en diciembre de 1936– en la tarde de un día que por la mañana hubimos de visitar unos de nuestros frentes y en él hablar de la cultura con nuestros milicianos, dentro de las trincheras. «Estimados camaradas: […] en la mayoría de estos hoteles (hay que aclarar para la mejor comprensión de esta carta que se trata de hoteles deshabitados y situados en plena línea de fuego) existen bibliotecas con valiosas colecciones expuestas a ser destruidas por los obuses (y la incultura de algunos milicianos, los menos). ¿Por qué no nombráis una comisión que venga a rescatarlos? Espero que así lo haréis. Con saludos revolucionarios. Emeterio Orgaz, 4a Compañía de Asturias. 1a Brigada Internacional». No parece que la petición de éste oficial fuera atendida, pero algo pudo salvarse en esos devastados escenarios cercanos a Madrid. Debemos al esfuerzo de José María Corral, discípulo y amigo de Negrín, quien tras la guerra civil dirigió el Instituto Cajal, el rescate de una parte de los libros y revistas que se habían depositado un año antes en la recién creada Ciudad Universitaria. Una arriesgada intervención que le fue agradecida por la Junta para Ampliación de Estudios a fines de 1938. Convertida en frente de guerra, los libros de mayor tamaño sirvieron –como recordó el brigadista Bernard Knox y testimonia alguna foto de Robert Capa– en barricada y protección ante las balas enemigas.18