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En 1927, al tiempo que se ocupaba de la docencia, los laboratorios y de la Secretaría de la Facultad de Medicina, se incorporó a la recién creada Junta Constructora de la Ciudad Universitaria, una iniciativa de la Monarquía que con la República cobró más aliento. Negrín trabajó como Secretario de la Junta con tanta eficacia como empeño.11 No sorprende que entre sus libros menudeen las monografías sobre arquitectura aparecidas en los años en que se levantaba el campus de la Moncloa. Atento al movimiento moderno, bien pudo escuchar a Walter Gropius que en 1930 habló de «Arquitectura funcional» invitado por la Residencia de Estudiantes y señaló como ejemplo el Pabellón de Laboratorios. En su biblioteca se reunían Internationale Architektur (1925), de Gropius; el influyente Glas im Bau und als Gebrauchsgegenstand (1929), de Arthur Korn, con un acopio de imágenes muy cercano a la Nueva Objetividad; Bauten der Volkserziehung und Volksgesundheit (1930), de Margold, y obras del editor Julius Hoffmann, promotor de los difundidos Baubücher.12 También una entrega de La Demeure Française sobre Charles Siclis, el arquitecto e interiorista que proyectó con Teodoro de Anasagasti la reforma del edificio Madrid-París en 1934; y Actar (París, 1931), libro-manifiesto del arquitecto, urbanista y paisajista Nicolau Maria Rubió i Tudurí que criticaba los excesos del movimiento funcionalista. De la singular figura de Rubió, quien durante la guerra civil fue delegado en Francia del Comissariat de Propaganda de Jaume Miratvilles y trabajó para la diplomacia paralela de Lluis Companys, también se encuentra Sahara-Niger (1932), el primero de sus libros de viajes por África, con fotografías de Vallés, Botey, Puig i Cufí.13

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