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HIPIAS. —No tanto como tú crees, Sócrates. ¿No sabes que repito cincuenta nombres seguidos con oírlos una sola vez?

SÓCRATES. —¿Es cierto? No me había apercibido de que conocías el arte de la mnemotecnia; confieso ahora que los lacedemonios han tenido razón en oírte con gusto, a ti que sabes tantas cosas; y parece que se pegan a ti, como los niños a las viejas, para que les refieran cuentos.

HIPIAS. —¡Por Zeus!, Sócrates. Acabo de hacerme admirar por un discurso sobre las bellas ocupaciones que convienen a los jóvenes. Este discurso, que compuse con el mayor esmero, resalta, sobre todo, por la elegancia del estilo. He aquí el principio y el pensamiento: después de la toma de Troya, Pirro pregunta a Néstor, a qué debe aplicarse un joven para llegar a tener una gran reputación. Néstor le responde y le da numerosos y bellos preceptos. Leí este discurso en Lacedemonia; y a petición de Eudico el hijo de Apemanto, lo recitaré aquí por espacio de tres días, en la escuela de Fidóstrato, con algunos otros tratados dignos de la curiosidad de las personas ilustradas. Desearé que concurras tú y lleves a aquéllos de tus amigos que sean capaces de juzgar.

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