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—Sí.
—Si ama al médico, es a causa de la enfermedad y en vista de la salud.
—Sí.
—Pero la enfermedad es un mal.
—¿Cómo no?
—Y la salud ¿es un bien o un mal, o no es ni lo uno ni lo otro?
—Un bien —dijo.
—Ya hemos dicho, me parece, que el cuerpo que no es ni bueno ni malo en sí, ama la medicina a causa de la enfermedad, es decir, a causa de un mal; mientras que la medicina es un bien, y además se ama la medicina en vista de la salud. Y la salud es un bien, ¿no es así?
—Sí.
—¿La salud es amiga o enemiga?
—Amiga.
—¿Y la enfermedad es enemiga?
—De hecho lo es.
—Luego lo que en sí no es ni malo ni bueno, ama lo que le es bueno, a causa de lo que le es malo, y en vista de lo que es bueno.
—Me parece bien.
—El que ama, por consiguiente, ¿ama lo que le es amigo a causa de lo que le es enemigo?
—Así parece.
—Bien; pero ahora, queridos míos, tengamos cuidado de no dejarnos engañar. No insisto sobre este punto de que el amigo se ha hecho el amigo del amigo y lo semejante amigo de su semejante, por más que lo creyéramos imposible; examinemos más bien si hay algún error en lo que acabamos de sentar. La medicina, hemos dicho, se la ama en vista de la salud.