Читать книгу La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos онлайн

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Los ojos del historiador se mueven siempre a dos niveles. Por un lado, son testigos directos de su mundo, están insertos en un contexto determinado, sufren las consecuencias de unos acontecimientos. Por otro lado, son capaces de trascender ese ámbito inmediato que les envuelve y tomar distancia, actuando como testigos activos más que como sujetos pacientes. Eso es lo que se trasluce de las dramáticas páginas autobiográficas de Marc Bloch sobre la Segunda Guerra Mundial, poco antes de ser fusilado en 1944 por los nazis, a causa de su actividad clandestina en la resistencia francesa.ssss1 De la misma intensidad son las experiencias de Pierre Vilar durante la guerra civil española, narradas muchos años después en su autobiografía intelectual. Ante aquel torbellino de violencia, que le sorprendió en Barcelona, lo único que pretendía el historiador francés era «observar todo con ojos de historiador».ssss1 Ambos actuaron, simultáneamente, como actores y como testigos de esas trágicas escenas. Por su compromiso cívico, no se mantuvieron inactivos ante el desarrollo de los acontecimientos. Por su formación histórica, fueron testigos excepcionalmente cualificados de unos hechos que vivieron con dramatismo e intensidad.ssss1

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