Читать книгу La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos онлайн

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La mirada del historiador puede, sin embargo, moverse a un tercer nivel, quizás más complejo, cuando dirige su atención a la producción histórica de los que le han precedido. Esta lectura desde el tercer piso ha ido adquiriendo cada vez mayor peso en el panorama académico e intelectual, al concretarse en una verdadera subdisciplina como es la historiografía. A través de ella, son los mismos historiadores los que interpretan y enjuician a sus predecesores. Probablemente, el creciente interés de los historiadores por la historiografía nazca de su recelo por la invasión de la filosofía en su campo, lo que es un reflejo de la máxima de Marc Bloch: «Filosofar, en la boca del historiador, significa... el crimen capital». La historiografía se encuentra de este modo más cerca de la historia intelectual que de la filosofía de la historia. Pero, al mismo tiempo, es indudable que todo historiógrafo precisa de unos conocimientos filosóficos profundos, sin los que es imposible adentrarse en el mundo de las epistemologías históricas. A lo largo del tiempo, la disciplina histórica se ha encargado de poner por escrito la memoria colectiva. Ella avanza a través de los escritos con que los historiadores intentan textualizar el pasado, reactualizándolo a través de un relato riguroso y coherente. Esos textos son su legado principal. No en vano Georges Duby escribía, desde la atalaya de una vida dedicada a la historia: «Je suis tout prêt à dire que ce que j’écris, c’est mon histoire».ssss1 Lo que había escrito era su historia y formaba también parte de la historia: la historia difícilmente puede transmitirse y fijarse de otro modo que no sea a través de la escritura, del texto histórico.

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