Читать книгу La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos онлайн

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El contexto condicionó indudablemente al texto histórico de modo tangible durante esa triste década y le obligó a ceñirse a una lectura economizada y marxistizada del pasado. Y, paradójicamente, durante esos mismos años, un puñado de historiadores (Hayden V. White, Carlo Ginzburg, Natalie Z. Davis, Simon Schama) estaban publicando, desde la arista cortante de la innovación, unos textos basados en el retorno a la narración tradicional, que tanto han influido en el panorama historiográfico del fin de siglo. Ellos supieron desentenderse de un contexto que había empobrecido el debate a causa del hermetismo del paradigma estructural y marxista, que ejercía una hegemonía tan absoluta como anacrónica durante aquellos años.

El influjo del presentismo –el peso del contexto en el texto histórico– es mayor o menor según el grado de conciencia histórica de cada período, pero siempre existe de un modo u otro. Las tesis historicistas de Benedetto Croce, Robin Collingwood o José Ortega y Gasset, desarrolladas en la intensa época de entreguerras, eran quizás excesivamente radicales, pero pusieron de manifiesto el peso real del presente en la labor de quienes leen el pasado. Pocos años después, las ambiciosas construcciones organicistas de Arnold Toynbee y Oswald Spengler representaron el intento de generar unas respuestas globalizantes que atenuaran la conmoción en que se hallaba inmersa la modernidad, seriamente trastocada en sus valores más íntimos por el dramatismo de las guerras mundiales.

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