Читать книгу La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos онлайн

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En los decenios finales del siglo XIX se percibieron algunos hitos que posibilitarían la renovación de los postulados de las ciencias sociales y, en particular, de la disciplina histórica. Por un lado, se asimilaron los postulados de Auguste Comte, que había defendido la necesidad de una historia que fuera capaz de confeccionar leyes generales, al modo de las ciencias experimentales, para superar la mera acumulación de anécdotas y llegar a una historia verdaderamente científica. Poco más tarde se producía la eclosión de la sociología, que culminaría con las obras de Émile Durkheim y Max Weber durante los dos primeros decenios del siguiente siglo. Herbert Spencer se quejaba amargamente de la preeminencia de la historia de los reyes y de los papas y proponía como alternativa la construcción de una verdadera historia del pueblo. Karl Lamprecht, profesor de Leipzig, abogaba por una historia cultural o económica. En Estados Unidos, James Harvey Robinson, Charles Beard y, especialmente, Frederick Jackson Turner apostaron por una renovación de los temas, sobre todo a través del trabajo de este último, La significación de la frontera en la historia norteamericana, publicado en 1893.ssss1

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