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¿Qué debe quedar, pues, de Manuel Castillo en la España democrática del siglo XXI? No solo el premio que lleva su nombre y no solo su relato autobiográfico, gracias al que podemos acercarnos a detalles e interioridades de algunos acontecimientos, más o menos, relevantes de la historia de la España entre 1869 y 1965. Debe primar, entre todo ello, la fuerza de su fe inquebrantable en la posibilidad de una España libre de dictaduras. Desde esa confianza nunca perdida se desvelará mejor la relevancia de la huella dejada por una generación, la que murió en el exilio, que no pudo visualizar sus horizontes de libertad entre los escenarios familiares de su patria y que ahora puede ser recuperada, también a través de sus propias palabras, para que su experiencia y su trayectoria sea percibida como propia por las nuevas generaciones.
Mis memorias
A mis hijos Agustina, Pura, Diego y Luis
DEDICATORIA
La obligada y drástica pausa en mis diversas y dinámicas actividades, la mayor parte de ellas inspiradas en románticas esperanzas recuperadoras para nuestra España, liberal y democrática, bajo un régimen republicano; mi peligrosa enfermedad, en 1955, que puso en peligro mi vida, y durante cuyo curso os portasteis conmigo con la mayor culminación de vuestro amor filial, y mi avanzada edad, han sido las causas impulsadoras de escribir estas ligeras Memorias, referentes a mi larga lucha por la vida, de duro trabajo, en la que mi tenacidad y mi fuerza de voluntad, estimuladas, unas veces, por la necesidad, y otras, por mi temperamento, me abrieron el camino, iniciado desde mi humildísimo origen que me impuso un prematuro calvario, dominador de mi niñez, tanto en el sentido material, como en el moral, que me inspiró la firmeza de mis esfuerzos, muchas veces impropios de mi edad, sobre todo durante el periodo de mi adolescencia, ante las rudas primeras dificultades que hube de vencer, por pura intuición, sin otras armas que mi fe en mí mismo y la confianza sostenida, que nunca me abandonó, en lograr una ansiada independencia, ser dueño de mi destino y libre en mis actos, que puse, siempre, al servicio de buenas causas, con un criterio sano y una honradez de conducta y de acción acrisoladas, tanto en mi, entonces, agitada vida pública, como en la privada, iniciando esta sufriendo y la primera, luchando.17