Читать книгу Mis memorias онлайн

84 страница из 217

Súpolo Ovejero, y una mañana, antes de entrar en las clases, recriminó a su espontaneo crítico en forma airada, terminando la discusión cambiándose algunos mamporros, no pasando a mayores gracias a la intervención de los espectadores de la bronca, pero no impidió que surgiera un lance de caballeros, vulgo desafío, nombrando cada uno de los contendientes a sus respectivos padrinos.

Uno de estos era Paco Navarro Ledesma, que luego fuera el gran biógrafo de Cervantes, y que pertenecía a los del crítico de los versos, que se encargó de dirigir las discusiones para el encuentro de los contendientes, que acordaron, por unanimidad, que el duelo se verificase en los terrenos que había ocupado el antiguo Saladero, ocupados hoy por la amplia calle de Sagasta, escogiendo como las armas más adecuadas los puños de los dos rivales.

Y, en efecto, los cuatro padrinos con sus representados se reunieron en la puerta de la Universidad a la temprana hora convenida, marchado con un solemne silencio por la calle Ancha hacia la Puerta de San Bernardo, pero al pasar por la fuente adosada a la fachada de un convento de monjas, llamada de «los once caños», atendiendo al número de estos, que lanzaban continuamente abundante agua en el largo pilón de piedra, los padrinos mandaron hacer alto llamando a sus representados, tomando la palabra Navarro, que, con voz solemne, les dijo: «Señores, los padrinos han acordado, por ambas partes, que los dos caballeros que van a ventilar su querella en el terreno del honor, que antes de seguir adelante hacia el lugar señalado para el duelo, ha de beber, cada uno, en nuestra presencia, un trago de agua de cada caño de esta fuente».


Правообладателям