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De aquella generación académica salieron hombres destacadísimos, literatos, poetas, historiadores, políticos, críticos, filósofos, escritores, periodistas, investigadores, etc., que han honrado y honran a España y que han dejado esplendorosa estela en la historia de su cultura. Francisco Navarro Ledesma, Ramón Menéndez Pidal, Manuel Fernández Navamuel, José Rogerio Sánchez, Rufino Blanco, José Verdes Montenegro, Andrés Ovejero Bustamante, Adolfo Valdés, que atravesando el mar debía de ser creador de la Industria Mexicana, Marcelino Fernández y Fernández, su paisano, y tantos otros que honraron la patria y a su inolvidable universidad.
Nuestra facultad contaba con un claustro de catedráticos envidiable, todos casi en su totalidad de edad más que madura, llegados a la cúspide del profesorado después de pasar muchos años haciendo méritos en otras universidades unos, y otros por méritos propios, como don Marcelino Menéndez y Pelayo, [Manuel] Sánchez de Castro, [Nicolás] Salmerón, [Manuel] Pedrayo, Amador de los Ríos, etc. Figuraban, entre los primeros, el gran humanista y sacerdote que cambió sus hábitos por la toga, don Lázaro Bardón, catedrático de Lengua Griega, que fue rector de la Universidad durante la Primera República, y su compañero don Alfredo Adolfo Camús, a quien sus ya incontables años no habían aminorado, en nada, sus vastos conocimientos en su disciplina de Literatura Griega y Latina, que nos explicaba «cuando le dejábamos», de tal forma que se llenaba la cátedra, muchas veces, de compañeros de otras facultades para gozar en sus explicaciones. Fue compañero de armas y fatigas en su juventud de Espronceda, Quintana, Nicasio Gallego, Jovellanos, Larra y Zorrilla, de quienes nos hablaba con emocionada fruición, intercalando algunas aventuras juveniles corridas con ellos. Completaban el cuadro de tan excelentes maestros Morayta, Fernández y González, Longué, Sánchez Moguel, Valle, Ortí Lara, etc.