Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

76 страница из 77

Jesús Canido no contestó. El cabo Souto estaba incómodo porque, aunque comprendía los escrúpulos del decorador, no quería perder una fuente de información sin duda valiosa. Era consciente de que se movía en un terreno enfangado y de que aquel pobre diablo tenía motivos para que le remordiera la conciencia; no obstante, la idea de que aquellos escrúpulos no fueran sinceros adquiría más fuerza en sus razonamientos que su natural tendencia a creer en la bondad de las personas. Un joven liado con una hermosa mujer, casada, rica y que no tenía reparos en acostarse con ella en el dormitorio conyugal aprovechando la ausencia del marido, no merecía ninguna consideración especial a la hora de ser interrogado en una investigación criminal. No trataba de juzgar al decorador, sino que intentaba no dejarse influir por la tolerancia que pudiera inspirar su pasión amorosa.

Tras la insistencia del cabo con sus preguntas, Canido acabó por reconocer que, en el fondo, creía que Marcelino García había podido asesinar o hacer asesinar a su mujer, basándose en algunas confidencias de Rosalía.

Правообладателям