Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—En el caso de que no se tratara de un robo, lo que no está descartado ni mucho menos, con el resultado accidental de las dos muertes, ¿tiene usted idea o se le ha pasado por la cabeza alguna sobre quién podría querer matar a doña Consuelo y a su hija? Hable con sinceridad y sin miedo, por favor. No estoy grabando esta conversación ni constará en ningún sitio lo que diga; es solo por dejar libre el pensamiento, por suponer, por elucubrar.

Tras unos segundos de reflexión, Jesús Canido respondió:

—Es una pregunta muy dura la que me hace, cabo. Uno puede imaginar muchas cosas, puede pensar esto y aquello, pero soltarlo delante de la Guardia Civil es una barbaridad. Lo que uno pueda suponer o incluso desear no da derecho a acusar.

—¡Por supuesto, hombre! No me interprete mal. No le pregunto si sospecha de alguien en concreto. Es una pregunta genérica, rutinaria, que habrá escuchado mil veces en películas o habrá leído en novelas: ¿sabe usted de alguien que deseara la muerte de fulano?, ¿sabe si tenía algún enemigo?, etcétera. Compréndame, los investigadores tenemos que empezar a buscar por algún sitio. Las opiniones, aunque sean infundadas, de las personas que conocían a las víctimas son muy importantes. No son pruebas, claro, pero pueden dar pistas u orientar al investigador. Es en ese sentido en el que le hago la pregunta.

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