Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—Sí. Se explica muy bien. Sin embargo, quisiera que me comprendiera. No estoy orgulloso de acostarme con una mujer casada: sé que es algo que no está bien, en principio. Pero me parece que hablar mal de su marido es una canallada. No encuentro otra palabra para expresarlo. No se trata de moral ni de decencia, se trata de algo que me repugna. Me parece que es como si yo intentara que lo condenaran por el asesinato de su mujer, cuando no tengo ningún argumento ni prueba para demostrar que tenga algo que ver. Una cosa es lo que a mí se me ocurra o lo que se me pase por la cabeza, incluso lo que desee, y otra es decirle a la policía que ese hombre me parece sospechoso, que se llevaba mal con su mujer o que discutía con ella de dinero. En las actuales circunstancias, eso sería alimentar la hoguera de las sospechas sin más razón que la de desearle lo peor. No me pida que lo haga, cabo. No puedo. Además de quitarle a su mujer.

—¡Vamos, hombre! No creo que usted le quitara a su mujer. ¿Acaso la sedujo? ¿O se la arrebató a base de suntuosos regalos, joyas y esas cosas? No, amigo mío; más bien me inclino a pensar que fue ella la que lo sedujo a usted, ¿o me equivoco?

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