Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—¿Por qué dice usted que no se llevaban mal? ¿Lo sabe o lo supone?

—Me refiero a que no armaban escándalos y que no había malos tratos. Me consta que discutían con frecuencia y que no tenían ningún tipo de relaciones sexuales. Eso me lo dijo ella. Él venía poco por aquí y aunque se alojaba en el chalé, no salía con ella. Y ella hace ya mucho tiempo que no iba por su casa de Coruña.

El cabo Souto tomó unas notas.

—Usted estuvo en su casa en la tarde o en la noche del jueves, la noche del crimen, ¿no es así?

—Sí. Vine a ver a Rosalía por la tarde. Hicimos el amor y me fui sobre las once y media de la noche. La criada ya se había ido, o sea que no tiene más que mi palabra porque de allí me fui a mi casa y no me encontré con nadie. Vivo solo en Cee, como ya sabrá.

—Vaya, qué mala suerte.

—Supongo que pensará que pude matarla yo. —Se quedó un momento callado con gesto compungido. Respiró hondo y continuó—: No tendría ninguna razón para hacerlo. Nunca tuve el menor problema con ella y nos queríamos de verdad. Aparte de eso, no solo era una clienta muy buena, sino que me recomendaba de vez en cuando a amigas suyas aquí, en Cee, y también en Coruña. Le puedo dar los nombres y las direcciones. Los tengo todos, naturalmente.

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