Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

66 страница из 77

—Señor Canido —empezó el cabo en un tono muy serio, casi solemne, mirándolo fijamente—, me sorprende que no se haya puesto usted en contacto con nosotros, digamos motu proprio, en cuanto se enteró de la muerte de su amiga, Rosalía Besteiro.

—¿Por qué? —protestó Canido, que se mostró sorprendido e incluso molesto ante la pregunta del cabo Souto— ¿Estaba obligado a hacerlo?

—Legalmente, no; pero lo considero de sentido común, dado que estuvo con ella poco antes de que la mataran. ¿No le parece?

—¿Se imagina usted el efecto que me hizo la noticia? No, claro, usted no puede imaginar el estado en el que me encontraba. ¡Estaba horrorizado! ¿Por qué habría de acudir a la Guardia Civil, que no podría sino aumentar mi dolor por la pérdida de… de una amiga íntima? ¿Debería haberme presentado para que me interrogaran, para que me preguntaran acerca de un montón de detalles morbosos y crueles o para soportar insinuaciones sobre mi culpabilidad?

El hombre estaba a punto de echarse a llorar y el cabo Souto lo observaba tratando de descubrir si fingía o estaba realmente afectado por la muerte de aquella señora. Canido parecía sincero y acabó por darle pena.

Правообладателям