Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

64 страница из 77

Julio César Santos bebió un trago de su copa y guardó silencio porque pensó que era demasiado pronto para preguntarle a su amigo si sospechaba de alguien. Por lo que le había oído decir antes, dedujo que no iba a recibir ninguna respuesta y ya sabía que, para Souto, al principio de cualquier investigación, todo el mundo era sospechoso menos él mismo. Estuvieron un rato discutiendo, hasta que Santos, al ver que su amigo miraba el reloj, comprendió que tenía que madrugar al día siguiente y se levantó para marcharse.

Al despedirse, César Santos, como si de pronto se hubiera acordado, le comentó al cabo:

—Supongo que, aparte del viudo que hereda, uno de los principales sospechosos será el amante de la señora asesinada, de la hija, claro. Por lo visto estuvo la noche del crimen en la casa, ¿no?

Souto abrió los ojos asombrado.

—¿Cómo coño sabes eso? ¿Quién te lo ha dicho?

2

A la mañana siguiente, nada más llegar al puesto de la Guardia Civil, el cabo Souto llamó a sus colaboradores. No estaba contento. La información que le había proporcionado su amigo Santos (que Rosalía tenía un amante), y que consideraba de vital importancia, sorprendió a los agentes tanto como lo había sorprendido a él. Nadie estaba al corriente. El guardia Orjales se permitió una sonrisa maligna cuando su jefe dijo que había sido el detective madrileño quien lo había puesto al corriente. La situación era tensa por su misma incongruencia. Para los colaboradores del cabo José Souto, que conocían poco al detective Santos, lo que no les impedía admirarlo, el hecho de que un señor de Madrid, que solo aparecía por allí de vez en cuando se hubiera enterado de un hecho tan importante antes que ellos, tenía algo de absurdo, por un lado, y, por otro, presagiaba una reacción imprevisible del cabo Souto. Reacción que no se hizo esperar:

Правообладателям