Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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Souto cedió a la insistencia del detective. Le describió lo que encontró al llegar al chalé, avisado por Manuela, la criada. Concentrado en el recuerdo de lo que había visto en la mañana que siguió al crimen, le fue contando con todo detalle lo que más le había llamado la atención: la cerradura arrancada, algo impropio de un ladrón profesional, las huellas de las pisadas, la localización de la primera víctima, los destrozos selectivos, el robo de joyas y dinero ocultos en escondites que un ladrón no debería conocer y la falta de huellas de bajada del muro. El cabo hablaba como si reflexionara en voz alta, según su costumbre, con la mirada perdida en el techo del salón, de modo que sus ojos pudieran recrear la escena del crimen sobre un fondo neutro, libres de toda distracción. César Santos escuchaba con atención, fascinado por la precisión con la que su amigo describía la posición de los cuerpos y la colocación exacta de los objetos, por la minuciosidad en la exposición de los detalles y por el entusiasmo con el que adelantaba ciertas conclusiones parciales, en especial las referidas a la incoherencia de las apariencias. En ese momento, era César Santos quien sentía auténtica admiración por la profesionalidad de su amigo y su capacidad de observación y de análisis.

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