Читать книгу Doble crimen en Finisterre онлайн

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—O sea que no te has formulado todavía ninguna hipótesis.

—¿Cómo quieres que me formule hipótesis, si ni siquiera he dado el primer paso? Claro que no tengo ninguna. Bueno, excepto la que se deduce a primera vista y sin más fundamento que las apariencias, unas apariencias superficiales.

—¿Es decir?

—Es decir que un ladrón entró en el chalé, una de las víctimas lo sorprendió y él las mató a las dos. Luego, robó y se largó.

—Claro que tú no te lo crees porque, incluso antes de empezar a buscar, ya has visto algo que hace esa hipótesis poco verosímil.

—Exactamente.

—Y yo me pregunto si serías tan amable de contarme, como un sabueso le contaría a su colega tomándose una copa y empezando por el principio, qué es lo que has visto. Así, podríamos —Santos miró su reloj— pasar el rato charlando agradablemente y analizando diversas posibilidades, siempre, claro está, en un contexto imaginario que no suponga ninguna interferencia con tu actividad profesional.

El cabo Souto sonrió y se quedó mirando a su amigo, por el que en momentos como aquel sentía admiración. La tenacidad del caprichoso detective solo era comparable con su habilidad para hacerle entrar al trapo cuando quería enterarse del estado de una investigación de la Guardia Civil. En el fondo, disfrutaba con aquella conversación porque hablar con su amigo era la única forma que tenía de aligerar la carga de sus dudas y de mitigar los efectos de la soledad en su trabajo como investigador. Un vacío que sus compañeros no eran capaces de llenar, pues no conseguían seguirlo en su esfuerzo constante por observar y deducir, como tampoco lo eran de librarlo del temor a equivocarse. Santos, en cambio, seguía su ritmo, adivinaba su pensamiento y lo obligaba incluso a acelerar la marcha en ocasiones.

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