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Mas esto atestigua todavía mejor que, en este estadio, la obra no es más que exigencia, y necesita del artista como instrumento. Si su origen es inasignable, su contenido también es indeterminado y no se ha fijado en imágenes legibles. Todo está todavía por hacer, la ejecución es verdaderamente creación. Por eso la ejecución aquí posee ese aire que Alain ha descrito tan bien, y no puede compararse con la ejecución realizada por el especialista. La exigencia no se realiza, el deseo que brota no se satisface más que por un tránsito de lo irreal a lo real: no de una existencia abstracta a una existencia concreta, sino de la inexistencia a la existencia por medio de una creación que, de golpe, y al fin del proceso, da a la obra su existencia concreta. Esto explica que, en su actividad, la creación no puede apoyarse más que en ella misma, o mejor en su propio producto, en la obra a medida que se va bosquejando y entra en la existencia. A la meditación por la cual el artista concentra unas fuerzas y conjura una determinada llamada (meditación quizá ausente en el artista inconsciente, es decir, en el que la exigencia se produce sin que el mismo lo note ni la oiga), sucede el trabajo que solo esta meditación distingue del quehacer artesano.

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