Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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– Querida mía, no os inquietéis y volved junto a mí para que concluyamos lo que hemos comenzado. Una vez hayamos calmado este deseo incontenible, os haré partícipe de algo que evitará que vuestro padre ose aparecer por aquí sin mi previa autorización.
Tras haber dado rienda suelta a sus instintos carnales, Felipe II relató a su amante lo que hacía ya una semana había notificado a su secretario, Pedro de Hoyo, sobre el encargo de adquirir toda la Heredad de la Fresneda. A estas alturas ya debería haber iniciado negociaciones con todos los propietarios, entre los que además del padre de Isabel, Álvaro Osorio de Cáceres, estaban las monjas de San Vicente de Segovia, Jerónimo Mercado, su tío Francisco de Peñalosa y doña Águeda de Avendaño.
– Pero majestad, estáis hablando de más de 2.300 hectáreas – dijo con fascinación Isabel - ¿Qué pensáis hacer con semejante extensión de tierra?
– No se si seré capaz de describiros con palabras el proyecto que tengo en mente, pero habéis de saber que se trata del mayor edificio construido en la historia de la humanidad – explicaba el rey como si estuviera teniendo una visión –. Gozará de unas dimensiones colosales construido como una gran mole granítica, que albergará además de un convento y una gran basílica, la biblioteca mejor dotada del mundo, un panteón para que reposen los cuerpos sin vida de mis padres y de las futuras familias reales y por supuesto, un palacio real.