Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн

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Felipe II anunció varias veces a su amante que, muy a su pesar, su relación no podría continuar por más tiempo, ya que cada día eran mayores las presiones que tenía que soportar por parte de la reina y de los jerónimos. De continuar con esa relación podrían verse envueltos en un escándalo mayúsculo que ni todo el poder real sería capaz de atenuar. Pero la conversación siempre concluía del mismo modo en cuanto Isabel Osorio, utilizando sus armas de mujer y exhibiendo sus sensuales encantos femeninos, encandilaba al rey para terminar en el mismo lecho en el que hacían el amor apasionadamente. No obstante, Isabel no se conformaba con ser sólo la amante del rey y siempre tenía en mente aspirar a algo más, no desdeñando la posibilidad de sustituir algún día a la caprichosa Isabel de Valois como reina del vasto imperio español.

Todo ello trajo como consecuencia la creación de dos bandos. Por una parte la reina Isabel de Valois y los monjes jerónimos, y por otra Isabel Osorio como amante en solitario. El rey Felipe II, que se encontraba en medio del problema, se dedicaba a templar gaitas con mucha mano izquierda. Isabel, pese a las miradas inquisitoriales de los monjes jerónimos y a los continuos desdenes que tenía que sufrir por parte de la reina, no estaba dispuesta a rendirse y renunciar al favor del rey. Vivía en un lugar privilegiado, contando con un maravilloso entorno natural en el que además, podía gozar de los placeres carnales que su amante le proporcionaba.


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