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Lo que ahora presento no es un trabajo definitivo y estoy segura de que la publicación del diplomatario episcopal enriquecerá y matizará muchas de las ideas aquí expuestas, pero, al menos, este breve análisis pretende ser el comienzo –desde los orígenes bajomedievales de la diócesis valentina– de una serie de estudios continuados sobre diplomática episcopal de Valencia.
LA DIÓCESIS DE VALENCIA Y SUS OBISPOS EN EL SIGLO XIII
El protagonismo de la Iglesia fue indiscutible en el lento proceso de conquista de Valencia –ocupada desde hacía siglos por los musulmanes– por parte del rey Jaime i de Aragón, que tuvo lugar según tradición inmemorial el 9 de octubre de 1238. Tras la conquista comenzó la compleja disputa sobre la posesión eclesiástica de la ciudad y diócesis por el metropolitano de Toledo y por el de Tarragona, que terminó con la anexión por parte de Jaime i a su patrimonio del nuevo reino y a la mitra tarraconense de la diócesis de Valencia.7
La diócesis valentina centrada de nuevo en su provincia eclesiástica de origen comenzó un camino pastoral, que no se ha interrumpido hasta nuestros días, aunque en los primeros años no faltaron tensiones provocadas por la querella que el arzobispo de Toledo presentó a Roma contra sus derechos violados y por el recurso del nuevo arzobispo contra el metropolitano de Tarragona por las actuaciones que este había tenido con la reconquistada ciudad de Valencia.8