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No sabemos cuántas posesiones tuvo la diócesis a raíz de la restauración. Cierto es que estas las recibió por diversos conductos y aun cuando muchas de las adquisiciones fueron de pequeña cuantía, una acertada administración permitió ampliar el patrimonio inicial. Los documentos de la época son muy heterogéneos y no ofrecen una visión global del tema. Pero la razón fundamental de la solidez económica de la Iglesia valentina desde sus comienzos fueron los diezmos, que recaudaba la diócesis, y las primicias, reservadas a las parroquias. Fue un sistema decisivo en los primeros años, cuando tan restringida estuvo la adquisición de propiedad individual, porque el diezmo era un impuesto al ingreso de 10 % o menos, aplicable por ley, que afectaba ante todo a las actividades relacionadas con la agricultura, ganadería, pesca y menos al comercio y a la industria.

La inmensa tarea de reorganización eclesiástica iniciada con la creación de parroquias en la ciudad y diócesis y con los nombramientos de párrocos o rectores fue promovida desde el principio por los obispos, supremos responsables de la cura pastoral.


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