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La escasez de clero indujo al obispo y cabildo a ofrecer prerrogativas y concesiones a las órdenes religiosas, tales como a los canónigos y hermanos hospitalarios de Roncesvalles, a quienes se hizo donación de las iglesias de Santa Cruz, de Valencia y de Puçol, en 1243, y a los dominicos, a los que se les concedió la facultad de enterrar en su cementerio a cuantos lo deseasen y de percibir los legados que se les hicieren, así como a los curas de Valencia.11
El obispo y el cabildo también procuraron aumentar las rentas eclesiásticas, no solo de la mensa episcopal y de la corporación capitular sino también de las demás iglesias de la diócesis. Para ello establecieron censos, firmaron concambios de mezquitas y cementerios improductivos con casas y heredades en plena producción, concedieron infeudaciones y convinieron arreglos y procedimientos para que la recolección de las décimas se hiciera con el mayor provecho. Sobre esto último se celebró un acuerdo entre el obispo y el cabildo, del que nacieron las preposituras o pabordías, en número de doce, entre las que se repartieron todos los bienes del cabildo, estimándose el valor de cada una en 800 sueldos.12