Читать книгу Apuntes de Historia de la Iglesia 6. Edad Contemporánea - Siglo XX онлайн

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La revolución de 1688 fue victoria decisiva para el parlamentarismo británico. El dirigente holandés, coronado como Guillermo III Orange (1689-1702), suscribe cuantas restricciones al poder real le fijan los parlamentarios. Su fuerte calvinismo era la garantía para torys y whigs de que Inglaterra no había de retornar al catolicismo. Pronto, el triunfo del parlamentarismo se consumará al instaurarse en Inglaterra la nueva dinastía, alemana y protestante, de los Hannover, de escasa relevancia en el gobierno efectivo del país. Aquel parlamentarismo no evolucionará nunca, hasta hoy, hacia la elaboración de una constitución, característico signo del pragmatismo inglés, no afecto al típico constitucionalismo liberal –racionalista– del continente europeo25.

La persecución cesa con la Revolución francesa. Al triunfar la revolución de 1688, pese a que el gobierno de Guillermo de Orange había proclamado la libertad religiosa, prosigue la persecución contra los católicos (por “intolerantes” en la terminología de Locke, pues siguen sin reconocer la soberanía del rey de Inglaterra también en religión). Sólo un siglo después, por los acontecimientos de la Revolución francesa, cambia la situación. Un nuevo clima de simpatía hacia “los papistas” surge en Inglaterra al enfrentarse en guerra a la Francia de la Revolución. Numerosos franceses, en especial sacerdotes, buscan refugio en la isla. La misma actitud del papa Pío VII (1800-23), que se ha negado a secundar el bloqueo económico dictado por Napoleón en 1807, contribuye a esta buena acogida, y a que comience a pensarse en Roma en el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra26.

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