Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн

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Esta vivencia me desanimó en mi ingenuo modo de pensar sobre las personas y empecé a reconocer que la politización de las unidades iba a dificultar la victoria de nuestra tan legítima causa, si no se tomaban medidas para la más recta disciplina militar a la que todos estábamos sujetos, según nuestra responsabilidad. Las decisiones unilaterales de militares incontrolados había que atajarlas de inmediato y había que profesionalizarse más militarmente si queríamos ganar la guerra, y esta exigencia tenía que afectar desde los más altos cargos hasta el último soldado.

Estando influenciado por estos sentimientos pensé en presentarme a las oposiciones de Estado Mayor que se habían convocado. Esta decisión le gustó a mi comandante Ródenas, pues existía la posibilidad de que le destinasen a un centro de Transmisiones en Barcelona y, en este caso yo quedaba pendiente de la ratificación de mi cargo, que era de confianza, por el nuevo jefe de Transmisiones del Cuerpo de Ejército. Presenté mi solicitud de examen a la Escuela de Estado Mayor de La Garriga (Barcelona) y por disponer de los requisitos exigidos me la admitieron, teniendo que pasar por un examen en mi Cuerpo de Ejército, que pasé muy justito. Eran estas perspectivas muy interesantes, ya que en el peor de los casos, de no aprobar el curso de cuatro meses para salir diplomado de Estado Mayor, para mí, con 18 años, sería una experiencia para futuras convocatorias, independiente de los conocimientos militares que se adquieren en estos cursillos tan especializados.


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