Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
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También, en el local de la FUE se atendía a los afiliados con servicios informativos y expedición de avales autorizados, por si en la vía pública pudiesen pedirles documentación. Las tardes las dedicaba a la recién creada JSU.
Todos los partidos políticos y sindicales formaban grupos de vigilancia por las calles de la ciudad. Estas patrullas no tenían peligro durante el día, pero en los servicios nocturnos había que extremar las precauciones, debido a que, amparados por la nocturnidad, individuos partidarios del golpe militar «paqueaban» disparando sobre estos piquetes desde las ventanas y azoteas. Esto era motivo de indignación entre los ciudadanos que vivían en las casas colindantes y fue la excelente colaboración de estas personas lo que permitió que estos «pacos» fuesen desapareciendo poco a poco. Los que eran aprehendidos sufrieron los castigos consiguientes.
En la madrugada del 1 al 2 de agosto se procedió al asalto del Cuartel de Caballería número 7, situado en la Alameda, junto al río Turia y ello originó una fuerte refriega que duró hasta el mediodía, aunque por fin se rindieron. Las fuerzas atacantes estaban compuestas por milicianos armados, junto a guardias de asalto y guardias civiles. Yo, desde las primeras horas de la mañana, estaba de observación, amparado por el pretil del río. Al conocer el final de la batalla me uní a la multitud que se agregó a los atacantes y tuve la primera impresión emocional de la guerra que se avecinaba, al ver en el césped de la Alameda, extendido bajo la sombra de un árbol frente al cuartel, a un teniente muerto con un tiro en la cabeza.