Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн

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España se quedó dividida en dos bandos y se inició el trazado de líneas de combate, aprovechando las características geológicas del terreno para una mejor defensa, y se fortalecieron con trincheras constituyendo los respectivos frentes de batalla. Se había iniciado una guerra que, por tratarse de una lucha entre españoles, tomó el carácter de guerra civil.

En los primeros días de la contienda se cometieron atrocidades contra las personas, que en todos los casos merecieron ser juzgadas por tribunales competentes y justos.

Por parte gubernamental, en este primer periodo con matiz revolucionario resultaba difícil, y hasta peligroso, evitar que individuos con pocos escrúpulos y presos comunes, amparados por un descontrol al salir amnistiados, no se limitasen a vivir tranquilamente, más bien en su mayoría se infiltraron en organizaciones políticas y sindicales de fácil acceso, lo que les sirvió de aval para, en su propio beneficio, cometer todo tipo de felonías.

Por parte nacional, o sea, la correspondiente a los sublevados, la primera manifestación masiva de barbarie la protagonizaron las matanzas en el interior de la Plaza de Toros de Badajoz, estando de jefe militar de las fuerzas el teniente coronel Yagüe. Milicianos y ancianos en éxodo, huyendo y alcanzados por las fuerzas de este militar, fueron introducidos en la plaza, masacrados con balas de fusil y ametralladoras. El ruedo de la Plaza de Toros se cubrió de sangre inocente el 15 de agosto de 1936. Este acto, sólo comparable a la peor época de los bárbaros, es uno de los episodios que los franquistas siempre han desmentido, conscientes de que acción macabra de tal magnitud haría imposible su impunidad ante la historia. Se puede añadir que este acto inhumano representa una gran vergüenza para los que lo permitieron e intervinieron en él, bien lejos de lo que se pudiera esperar de los que pregonaban sentirse orgullosos de vivir una cruzada bajo los auspicios de la cruz de Cristo, que enarbolaban al frente de las fuerzas por ellos llamadas nacionales.


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