Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
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Estos sectores radicales de derechas empezaron a originar atentados: intento de matar al vicepresidente de las Cortes, catedrático de Derecho de la Universidad Central, Luis Jiménez de Asúa, realizado por un grupo de falangistas que le dispararon con pistola repetidas veces, saliendo ileso, pero no así el escolta que le acompañaba, que murió. Esto ocurrió a principios del mes de marzo de 1936 y aproximadamente un mes después fue asesinado el juez Manuel Pedregal, afamado jurisconsulto, de familia educada en los principios de la institución Libre de Enseñanza.
Se suceden los atentados y la siguiente víctima fue el capitán de ingenieros Carlos Faraudo, asesinado por falangistas cuando estaba paseando con su esposa. Faraudo, aparte de ser instructor de las milicias socialistas, era miembro de la UMRA.
Y llega el momento que rebosa el vaso de agua cuando, el 12 de julio de 1936, cae muerto por balas de revólver de varios falangistas el teniente de Guardia de Asalto José Castillo que, como el capitán Faraudo, era también instructor de milicias y miembro de la UMRA. Los compañeros de Castillo enardecidos por tantos atentados sufridos en muy poco tiempo se proponen tomar represalias. Se menciona como culpable a Calvo sotelo y se dirigen por la noche en furgoneta a su domicilio para proceder a su detención. En el coche uno de los paisanos a poco de arrancar atenta con dos disparos a la cabeza de Calvo sotelo. Posteriormente se dirigen al Cementerio del Este y lo entregaron, sin dar detalles. Más tarde fueron detenidos los autores y durante la guerra, estando en el frente de Madrid murieron. Todos estos acontecimientos presagiaban que, en cualquier momento, se pudiese adelantar el movimiento de los militares, ya que es ingenuo pensar –como se ha escrito frecuentemente– que estos últimos atentados originaron el levantamiento militar cuya cabeza visible le asignaron al general Sanjurjo, aunque el cerebro de la preparación y puesta en marcha era el general Mola, que dio luz verde para que el 18 de julio de 1936 fuese el día de la sublevación.