Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
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El local de la JSU, situado en la calle de Cirilo Amorós, se nos hacía pequeño por el incremento de jóvenes que se afiliaban. Le dábamos la denominación de Radio Centro. Este entusiasmo obedecía a que este primer periodo de la guerra exigía una mayor responsabilidad por parte de la juventud. La unificación de las juventudes comunistas y socialistas dio vigor a la necesidad de tener que incorporarse al voluntariado para ir al frente y a la colaboración para intensificar la productividad de la retaguardia. Ello afectó por igual a las dos fracciones que se habían unificado, aunque en un principio los de procedencia socialista eran mayoritarios, al transcurrir los meses no se observó la más mínima distinción, lo que demostró el éxito de la unificación con las juventudes comunistas.
Como ya queda citado al principio de estas memorias, a mediados de octubre la directiva de la FUE decidió la incorporación, con carácter voluntario de sus miembros, a algún batallón de milicias y sentí ese impulso de ser útil en la defensa de la causa republicana y con ayuda de mi amigo Pepe Huguet, que era más decidido para vencer cualquier formulismo, seguí su consejo de que no teníamos que amilanarnos ante la dificultad de que sólo teníamos 16 años y para alistarnos se requería tener un mínimo de 18 años. Pepe tenía la ventaja de aparentar más edad, por su constitución física, lo contrario que me pasaba a mí. Fuimos a ver al compañero Alabau de la FUE, que era el jefe de alistamiento de las milicias y no nos autorizó, alegando que debíamos seguir trabajando en la FUE, ya que todos los dirigentes acababan de incorporarse. No obstante esta recomendación, seguimos en nuestro empeño de acompañar a nuestros compañeros y el alistamiento nos resultó más fácil de lo previsto, pues tuvimos la suerte de que ese día era tal el número de voluntarios que presenté la documentación semi-camuflado junto a Pepe, entre varios voluntarios que estaban al corriente de nuestras intenciones. Huguet hacía pocos días que me había presentado a un primo suyo Roberto Carpio, sobrino de la célebre cantante de zarzuela sélica Pérez Carpio, que desde Orán había llegado a Valencia para pasar las vacaciones, donde le había sorprendido la sublevación. Le convencimos para que se uniese a nosotros y lo acoplaríamos a nuestra unidad militar. Así lo hicimos. Todos los componentes de la FUE fuimos agrupados en la Primera compañía del primer batallón del Regimiento de la Victoria. Hacíamos diariamente la instrucción por las mañanas, en el campo de deportes, en el interior del colegio de los Salesianos de la calle de Sagunto, transformado en cuartel de milicias. Los que residíamos en la ciudad, al mediodía terminábamos y no regresábamos hasta el día siguiente. Por fin llegó el momento en que nos comunicaron que nos enviaban a destino desconocido, que bien podía ser Madrid, Albacete o Alicante y nos ordenaron acudir a la Estación del Norte, desde donde salimos a primera hora de la mañana.