Читать книгу Un mundo para Julius онлайн
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Tres semanas después llamó por teléfono a la señora.
–Me voy a Puquio, señora. Tengo a mi mamá enferma y me piden que viaje urgente.
Susan le pidió mil disculpas por haberse olvidado de enviarle su dinero, se lo mandó inmediatamente con Carlos, pero Julius estaba en el colegio y no pudo acompañarlo. Seis meses más tarde, recibió una carta de ella, escrita con horrible tinta verde en una hoja de cuaderno. Decía poco en mucho espacio: que se portara bien, que fuera bueno, que saludara a todos, que cómo le iba en el colegio, nuevamente que se portara bien, que una familia de Nasca se la llevaba a trabajar con ellos, que no sabía la dirección todavía, que tal vez le podría escribir a Puquio, aunque ella ya iba a partir. Nuevamente le pedía que saludara a todos en la casa y se despedía. Julius le contestó; él mismo puso la carta en un buzón, pero nunca recibió respuesta. Después de todo, pensó un día, años más tarde, una carta escrita por un niño, con estampillas compradas con la propina, depositada una mañana, en un buzón de San Isidro, no tenía muchas probabilidades de llegar a Puquio, y todavía de allí a Nasca, donde una sirvienta.