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En la entrevista epistolar de Olvidos de Granada, afirmó nuestro escritor lo siguiente: «El humor también ha sido inevitable en mi vida, aunque detesto el humor de la gente que se ríe a carcajadas porque se les abre la boca tanto que ya no les cabe nada más en la cara y entonces los ojos se cierran y no se ve nada, se vuelve uno ciego a la realidad, deja de ver y de observarla». Como puede comprobarse, aunque hayamos cambiado de tema, seguimos sin salirnos del territorio de la mirada, de la observación, del conocimiento y autoconocimiento, porque el humor y la ironía siempre han sido buenos caminos para los autores que quieren poner distancia frente a su propia realidad con la intención de llegar a conocerse sin prejuicios o ideas establecidas. Se trata de mirarse mientras se está mirando, de definir el lugar que se ocupa al mirar. En este sentido Un mundo para Julius necesita el humor, porque es una novela que intenta contarnos la construcción de un yo, la extraña y solitaria lógica de una intimidad.

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