Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Para comprender el sentido de esta libertad narrativa, junto a los ojos de Julius, me parece conveniente llamar la atención sobre dos detalles. En primer lugar, algo que está en un texto de Alfredo Bryce Echenique, «Mirando a Cortázar», recogido en Crónicas personales. Recuerda allí el magisterio del escritor argentino y su lección de libertad, de darle libertad a las palabras, de mezclar las cosas en favor de la viveza literaria, aunque para eso haya que perderle el respeto al «sujeto, el verbo y el predicado». Sobre este tema, ha vuelto en otras ocasiones. En 1991, en la Semana de Autor organizada por Cultura Hispánica, confesó lo siguiente: «Una de mis influencias reveladoras fue Cortázar, que me enseñó a escribir como Bryce Echenique, no como Cortázar; me di cuenta de que había un hombre que escribía como le daba la gana, y descubrí por primera vez que yo también podría escribir a mi manera». En segundo lugar, es decisiva en este rumbo la apuesta por la oralidad, por contar las cosas así como se cuentan las cosas hablando. Porque seguramente lo importante no esté en fijar cada vez con atinada justeza el punto de vista del que habla, autor, narrador, personaje, sino en comprender que todos estos puntos de vista son reunidos por la oralidad, por el hecho de que alguien se pone a hablar y cuentas cosas desde el interior de un mundo.

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