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La capacidad de crear personajes se apoya en una buena delimitación de los espacios, de los escenarios en los que el niño se pierde o se asombra, lugares donde los seres de la vida color rosa pueden representar su plenitud o donde los criados esconden en secreto su vida rebajada. El lector de Bryce Echenique percibe con facilidad el paisaje de los barrios pobres, la casa hueca y en decadencia de Frau Proserpina, los desequilibrios entre las habitaciones de los criados y la zona noble, el lujo de los hoteles, la alegría higiénica del club de golf, la inmensidad con eco de la iglesia, el campo de juego en el colegio… No son frecuentes las descripciones minuciosas, pero basta con tres detalles bien seleccionados (unas losetas frías, una hermosa ventana sobre el campo de polo, manchas de humedad en el techo) y con los códigos peculiares de comportamiento que cada espacio impone a los personajes. Espacio y personajes se funden, se definen mutuamente.

Finalmente me gustaría detenerme en el estilo narrativo y el humorismo de Un mundo para Julius. La mirada de Julius se desborda en libertad. Bryce Echenique escoge un tono de oralidad, parece que está contando la novela un hablante concreto, tal vez un personaje, tal vez la voz de un narrador que pudiera identificarse con los ojos del autor o de Julius. El punto de vista es casi siempre el de Julius, las cosas salpicadas suelen ir surgiendo según aparecen en el enredo de sus ojos, pero la vida va más allá de la conciencia inmediata. Todo se va y vuelve hacia él. Por ejemplo, la muerte del padre se define según los datos que un niño puede percibir y se cuenta de esta manera: «Papá murió cuando el último de los hermanos en seguir preguntando, dejó de preguntar cuándo volvía papá de viaje, cuando mamá dejó de llorar y salió un día de noche, cuando se acabaron las visitas que entraban calladitas y pasaban de frente al salón más oscuro del palacio (hasta en eso había pensado el arquitecto), cuando los sirvientes recobraron su mediano tono de voz al hablar, cuando alguien encendió la radio un día, papá murió».

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