Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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De esta casta de la vida rosa nacen los elegidos de la patria: son peruanos hasta los huesos, cantan el himno del Perú; y, sin embargo, lo cantan en el patio de un colegio de monjas norteamericanas y están siempre yendo al aeropuerto, porque su imaginación trabaja en los Estados Unidos y Europa. Mientras ellos se van o regresan, Julius se queda en los ventanales mirando a los aviones. Es todo un síntoma que cuando Santiago vuelve de la universidad norteamericana, Julius mira la mirada del hermano y ve algo extraño, como si los ojos se le fuesen siempre más allá, buscando casas más altas y coches mejores. De ahí su inconsistencia, cierta incapacidad para sentir la vida o para pertenecer seriamente a algo más que a la voluntad instantánea de sus caprichos.

Susan, siempre linda y con un mechón cayéndole en la frente, es un buen ejemplo de esta inconsistencia. Posiblemente se esfuerza, llega a tener complicidades con su hijo y a separarse a veces del mundo de Juan Lucas. Pero ella es linda y tiene un mechón en la frente y necesita una Coca-Cola fría para tomar una decisión, y la vida color de rosa, desde que abandonó su adolescencia libre en Inglaterra, le ha imposibilitado cualquier implicación sincera con la realidad. Vive con una cierta incapacidad para sentir: «Susan besó a Julius y le dijo que lo había extrañado muchísimo. Bien mentirosa pero también bien buena era Susan porque, al terminar de decirle que lo había extrañado muchísimo, se dio cuenta de que ni siquiera había pensado en él y que no había sentido nada al decirle que lo había extrañado muchísimo. Entonces se le acercó de nuevo y lo besó adorándolo y le dijo otra vez te he extrañado muchísimo darling, y ahora sí se llenó de amor y pudo por fin quedarse tranquila».

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