Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Lo verdaderamente significativo es que Julius ve la tensión y se va quedando solo. No puede identificarse con el paradigma de Juan Lu­cas, pero su destino es ajeno también al mundo de los criados, que siempre lo verán como un hijo de los señores. No sigue a los ídolos del colegio, no le gusta que peguen a los débiles, se interesa más por el toro que por el torero y tiene debilidad por el piano en una familia donde las cosas están claras, porque Juan Lucas las tiene claras: «Nada de artistas en la familia, había dicho un día, nada de artistas, esos no rinden un céntimo y hay que mantenerlos estudiando toda la vida. Indudablemente Julius es un tipo inteligente, mucho más que Santiago o que Bobby, y algún día podrá encargarse muy bien de los asuntos de la familia».

A Julius se le viene encima un mundo que no es el suyo, y se le queda mirando. Ve el sexo, ve la muerte, ve las diferencias de la vida y se encierra en su propia ternura para hacer su mundo. La ternura es el sentimiento individual más solidario, porque significa la capacidad de ser sensible al mundo exterior, de interiorizar sus presiones. Uno de los aciertos de la novela descansa en el hecho de no tratar a la sociedad peruana de acuerdo con preconcebidas tesis políticas o ideológicas, sino desde el punto de vista de la configuración de una individualidad precisa, la individualidad de Julius. La intimidad, tomada en serio, es el mejor camino para calibrar la temperatura de la historia. En sus «Confesiones sobre el arte de vivir y escribir novelas», Bryce Echenique afirma: «Yo creo que la única manera de llegar a una objetividad total es a través de una subjetividad muy bien intencionada». Y esto se puede aplicar a los ojos de Julius. Lo mismo ocurre con otras declaraciones, recogidas por Guadalupe Ruiz en una «Entrevista epistolar con Alfredo Bryce Echenique», que se publicó en la revista Olvidos de Granada, en 1986. Se trata de un testimonio de especial interés porque el novelista contesta por escrito y con especial cuidado a las preguntas planteadas. Hablando del goce de la literatura, afirma: «Un anticipo de este goce es dejar que se filtren los sentimientos y no las ideas en los libros. Las ideas cambian, pueden incluso ser abandonadas, los sentimientos, en cambio, a lo sumo, pasan. Creo que esto último lo dijo Borges. En todo caso, lo repito yo, porque siento que es la verdad para mí». Con la mirada de Julius, Bryce Echenique consigue crear una forma de sentir, busca el conocimiento de la historia a través de la propia sentimentalidad, del arañazo íntimo de una determinada concepción del mundo como espectáculo sentimental.

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