Читать книгу Un mundo para Julius онлайн

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Frente a los códigos aparece una y otra vez la geografía de los criados, con sus realidades y sus miserias. Julius se acerca a ellos y se sorprende de la desigualdad, porque la desigualdad es extraña para unos ojos infantiles que no comprenden las justificaciones de la lógica social y los continuos matices que se deben imponer, según y cómo, a la palabra cariño. Hay personas que desaparecen porque la muerte así lo decreta, pero otras veces se trata de una expulsión evitable, como cuando Nilda se va con su maleta pobre y rara: «En la vereda, ante el palacio, esperaban el taxi bajo el sol y Nilda ya no lloraba pero tenía un ataque de hipo. Nuevamente participaba Julius en conversaciones en que los sirvientes se hablan de usted y se dicen cosas raras, extrañas mezclas de Cantinflas y Lope de Vega, y son grotescos en su burda imitación de los señores, ridículos en su seriedad, absurdos en su filosofía, falsos en sus modales y terriblemente sinceros en su deseo de ser algo más que un hombre que sirve una mesa y en todo». Esta capacidad de ser sinceros, de existir de verdad, es lo que obsesiona a Julius y por eso prefiere a los criados cuando son realmente distintos, cuando le hablan de la selva o le muestran su piel, no cuando imitan a los señores.

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