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En 1991, en un coloquio de la Semana de Autor dedicada en Madrid por Cultura Hispánica a Bryce Echenique, nuestro autor confesó lo siguiente: «Hay una frase de Un mundo para Julius que recuerdo muy bien y que recuerda la incapacidad de Susan para querer. Cuando ve a la servidumbre festejando un cumpleaños de Julius y dice: qué bárbaros para querer. Susan es un personaje bastante asexual, tedioso; su frivolidad y su permanente encanto sin compromiso, sus sueños sin pesadillas, sus recuerdos sin malos momentos, eran las características que más me atraían de este personaje». La imposibilidad para el cariño real, por lo menos desde la ternura fijada por los ojos de Julius, la tienen todos los personajes adinerados de la novela, porque establecen una relación devoradora, sujetos posesivos que se mueven guiados por el instinto de acumulación y competencia. Por eso la novia del arquitecto es una Susan degradada y los jóvenes de Lima imitan a Juan Lucas, víctimas de una necesidad de ser que no está en ellos mismos, sino en unos modelos tipificados. La inapetencia de Susan destaca porque, además del amor, parece que le falta la pulsión devoradora. Las mujeres de esta clase tienen sus ilusiones en la adolescencia, pero luego adquieren un papel bastante sometido en el agua estancada de sus hogares.

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