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Hay muchos ejemplos en la novela. La narración presenta a un personaje de este modo: «Pelusita Marticorena (hija de Aránzazu, la que fue amante de Juan Lucas, la que estaba en los toros)...». En efecto, el lector ha ido ya a los toros y allí ha visto a Aránzazu y se ha enterado de que era amante de Juan Lucas y por eso puede recibir ahora a su hija en ese tono de conversación o cotilleo. La libertad de Bryce Echenique es la aplicación literaria de la libertad expresiva de las historias orales. En las anteriormente citadas «Confesiones sobre el arte de vivir y escribir novelas», Bryce Echenique nos dice: «Me ha obsesionado siempre la oralidad como una cosa absolutamente peruana. Yo creo, sigo creyendo, que los peruanos son maravillosos narradores orales y que son seres que reemplazan la realidad, realmente la reemplazan, por una nueva realidad verbal que transcurre detrás de los hechos. Mi fascinación y mi imagen para explicar esto ha sido siempre el equipo peruano de fútbol». En Un mundo para Julius el referente es Nilda, la cocinera de los dientes picados, con sus historias y sus cuentos: «Hacía tiempo que Nilda lo venía fascinando con sus historias de la Selva y la palabra Tambopata; eso de que quedara en Madre de Dios, especialmente, era algo que lo sacaba de quicio y él le pedía más y más historias sobre las tribus calatas…». Este es el verdadero homenaje literario de Bryce Echenique a las habitaciones pobres de la servidumbre.

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