Читать книгу El sacrificio de la misa онлайн

14 страница из 23

DEL VALOR Y FRUTOS DEL SACRIFICIO

Aunque algunos teólogos estiman que este sacrificio tiene ex opere operato un valor o eficiencia de intensidad infinita por cuanto en sustancia es el mismo sacrificio de la cruz, y la víctima ofrecida, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es de un precio infinito, y el mismo Cristo, oferente principal, es una Persona de dignidad infinita, sin embargo, la opinión más cierta y más común es que no tiene sino un valor finito. La razón principal de lo que acabamos de decir se deduce de la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, quien no quiso instituir este sacrificio para conferir un fruto intensamente infinito; lo mismo que de hecho los ángeles rebeldes no fueron redimidos porque Cristo no quiso aplicarles los méritos de su pasión. Otra razón estriba en que, para la eficacia infinita del sacrificio, además de la infinitud de la hostia y del oferente principal, se exige también infinitud por parte de aquel que inmediatamente ofrece. Y como quiera que el sacerdote inmediatamente operante es de dignidad finita, también el valor del sacrificio en cuanto a su eficiencia y a su influjo actual será finito, porque aquella acción es producida inmediatamente por una persona finita, y en esto difiere nuestro sacrificio del de la cruz, ya que este fue ofrecido inmediatamente por una Persona infinita, y, por tanto, fue una acción infinita en su entidad moral, e infinitamente grata a Dios Padre. Apoya esta doctrina el sentir común de los fieles, que procuran ofrecer sacrificios muchas veces por sí y por los suyos, lo cual ciertamente no harían si reconociesen una eficacia infinita en cada sacrificio. Y también los sacerdotes podrían satisfacer en ese caso seiscientas obligaciones con un único sacrificio, lo cual está prohibido terminantemente por decretos eclesiásticos. En vano se ofrecerían tantos sacrificios por un solo difunto; bastaría uno para librar a todas las almas del purgatorio. Finalmente, la Misa de cualquier sacerdote se equipararía al sacrificio de Cristo en la cruz, que ciertamente fue único por ser de valor infinito. Y no hay que concebir lo que se contiene en el sacrificio como una entidad natural que obra en proporción al máximo grado de su eficiencia, sino como un ser libre cuya operación tiene el grado de eficacia que determina el agente principal, Cristo nuestro Redentor, quien, por medio de este incruento sacrificio, quiere aplicarnos solo un fruto de su pasión, finito y limitado. Por tanto, el sacrificio tiene una eficacia finita en orden a todos sus efectos, a excepción de la fuerza impetrativa, de la que todos están de acuerdo en afirmar que es finita precisamente porque no consiste en algo producido por el sacrificio, sino en la excelencia y su intrínseca dignidad, en cuanto que objetivamente mueve a Dios a que conceda lo que se pide, aunque no siempre lo conceda, sino cuando juzga que el concederlo conviene a nuestra salvación.


Правообладателям