Читать книгу La democracia a prueba. Elecciones en la era de la posverdad онлайн

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De forma adicional, los funcionarios de casilla pueden firmar las boletas por el reverso para asegurarse de que los votos que contarán al final de la jornada se hayan emitido sobre las boletas que ellos entregaron a los ciudadanos en propia mano. Así, se desactiva el riesgo de que se introduzcan votos en boletas falsificadas.

Ya con las boletas en su posesión, el ciudadano vota dentro de una mampara donde sólo cabe una persona y que tiene una cortina de plástico que no permite ver desde fuera hacia el interior.52 Así se garantiza la secrecía, y con ello la libertad, en el ejercicio del voto.

Una vez que el ciudadano deposita en las urnas53 las boletas correspondientes, se dirige a la mesa directiva de casilla, donde se le devuelva su credencial, ya marcada. A cada casilla se envía un marcador metálico que imprime en el plástico una marca que no puede ser borrada, pues no se escribe una leyenda, sino que se graba la superficie de la credencial con los dos últimos dígitos del año de la elección. Cuando se le entrega de vuelta la credencial al ciudadano que votó, también se le marca el pulgar derecho con un líquido indeleble, que tarda horas o días en desaparecer. Así, una credencial no puede volverse a utilizar ni una persona puede volver a sufragar en esa jornada electoral.


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