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Cualquier reforma para facilitar la organización de las elecciones deberá partir de la necesidad de mantener la autonomía de las autoridades electorales y de ir desandando el camino de la desconfianza, que ha hecho reiterativos y abigarrados los procedimientos electorales.

III

Padrón y geografía electoral: una persona, un voto

* Este capítulo fue escrito con la colaboración de Gonzalo Olivares de la Paz. Farah Munayer Sandoval y Ángeles Plascencia Acosta ordenaron y procesaron la información estadística.

Toda elección confiable empieza por disponer de un padrón de votantes confiable. Que quienes son convocados a las urnas sean ciudadanos en pleno goce de sus derechos, sin exclusiones arbitrarias, y que no haya posibilidad de que alguien sufrague más de una vez, constituyen condiciones indispensables para que los comicios sean legítimos. Ésta es una afirmación de Perogrullo que, sin embargo, no correspondía con la realidad en el México de hace tres décadas: la impugnada elección de 1988, que es el contraejemplo a partir del cual se edificaron en los años posteriores los procedimientos e instituciones electorales que salvaguardan el ejercicio del sufragio, tuvo múltiples fallas para dar garantías de certeza. Para empezar, existía un padrón electoral en el que había «rasurados», esto es, ciudadanos eliminados de la lista de votantes sin justificación jurídica y, en el otro extremo, aparecían como electores, que incluso sufragaban, personas ya fallecidas el día de la jornada electoral.


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