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Como señalaron Gómez-Redondo y Fernández-Carro (2015), la longevidad en edades avanzadas incide, además, en las condiciones desde las que se experimenta la vejez, registrándose cierto predominio de enfermedades crónicas, esperablemente discapacitantes (frente a otras letales) y notándose una prevalencia de la discapacidad cuando la edad es más avanzada.

Para el año 2019, a nivel de la UE, casi un 8,6% de la población con 16 años o más declaró encontrase en una situación de discapacidad severa (unos 34.9 millones de personas) y sobre un 18.5% con discapacidad moderada (unos 75.5 millones de personas). De estos, un 54.6% tendrían 65 años o más y un 19.1% se encontrarían en la cohorte de edad comprendida entre los 16 y los 64 años. El impacto de los avances científico-técnicos y de la provisión de servicios los de salud han contribuido además al aumento de las tasas de supervivencia de determinadas enfermedades crónicas o de alteraciones congénitas y de las situaciones discapacitantes derivadas de los índices de siniestralidad vial y laboral.

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