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Más aún, con las inversiones en energías renovables se está logrando el “milagro” de mejorar la seguridad en el abastecimiento de energía eléctrica y al tiempo reducir la dependencia energética, dimensiones esenciales para cualquier Estado y no menos relevantes para la Europa comunitaria, como es bien conocidossss1, aun cuando en ese punto carezcamos de datos fiables. Si, al margen, además, es posible mejorar la eficiencia energética y disminuir el consumo de energía primaria y también resulta factible aumentar el empleo y facilitar la cohesión social, estas políticas presentan una extraordinaria coherencia. Poco importan si priman más o menos unas u otras claves de esas políticas, y menos todavía el hecho de que no sean únicamente las climáticas. Constituyen acciones que tienen la virtud de producir efectos o resultados múltiples pero convergentes, disponiendo de medios con esa doble idoneidad (aumentar el crecimiento económico e industrial y reducir las emisiones).
¿Olvidamos, tal vez, que podrían reducirse más las emisiones con menos crecimiento económico?ssss1Al hilo de esa interrogante, se puede cuestionar que la UE esté desarrollando todas las políticas e impulsando todas las medidas que están a su alcance (en particular las más contundentes como el aumento de las tasas por emisiones u otras políticas como las relacionadas con los procesos industrialesssss1), y que resultarían pertinentes desde un planteamiento más exigente, razonable y aceptable de sostenibilidad. Parece más bien que las acciones son las más convenientes desde la perspectiva doméstica, y que a la postre se trata de sustituir los combustibles fósiles por fuentes de energía renovable para seguir creciendo y consumiendo en los mismos términos, sobre todo cuantitativamente. De ahí que sea lícito pensar en la paradoja del Gatopardo de que para que todo siga como está es necesario que todo cambie.